Molinos

Gigantes en Castilla

quarta-feira, 25 de junho de 2008

A aquel hombre nunca lo habían llamado senhor.

No olía mal.
Subí al autobús, me senté y coloqué las gafas en el asiento de al lado. En Jardim Constantino entró un hombre. Rondaba los cincuenta y tenía la piel bronceada, ese tipo de bronceado que apanhas tras horas de sol bebiendo cerveza y vino barato detrás de la iglesia de Anjos. Sólo unas pocas cicatrices blanco nuclear manchaban aquel moreno yonki.
Vestía unos pantalones vaqueros hasta la rodilla y una camiseta blanca sin mangas. Ambas prendas limpias y con olor a algo parecido a aloe vera.
Lo único que hacía adivinar la condición de aquel hombre eran sus uñas (largas y sucias) y su boca (casi sin dientes y que desprendía un fuerte olor a cerveza mientras hablaba conmigo, en una conversación atrapalhada que empezó con un comentario sobre el aire acondicionado)
Hablaba de la puta de su hermana, de la velha (a quien enterraron hace unos meses en Pontinha, a donde se dirigía el bus en el nos encontrábamos) y del tiempo que pasó en España. Una amiga le había dado una carta antes de que volviera a Lisboa. Me preguntó si yo sabía algo de español y le dije que un poco, sí. Sacó una cuartilla manida, pero doblada cuidadosamente en cuatro. Su amiga, Ana, le contaba lo bien que se lo había pasado con él cuando vivía juntos en Madrid (y entonces empezó a explicarme el sistema de hacer café que tenían, que no llegué a comprender del todo, pero supe que lo tomaba sólo los domingos, porque sufre del corazón y ya se sabe.) Le decía en un portuñol lleno de faltas ortográficas que lo iba a echar de menos y que esperaba poder visitarlo durante unas vacaciones en Lisboa (el hombre del bus entendió por fin el significado de la palabra vacações)
Llegando a la Avenida de la República ya hablaba de amor, de lo mucho que se ayudaban en aquellos tiempos y de lo poco que le ayuda la gente cá em Lisboa. Nadie lo escuchaba y él era consiciente de que tampoco tenía muchas cosas por decir. En España era todo mucho más fácil. Ganaba cien contos repartiendo publicidad y pagaba 56 de alquiler, que não é qualquer coisa. Aquí no. No daba encontrado trabajo, pero tampoco lo buscaba con mucho ahínco. Nadie lo llamaba señor. Él, a sus cuarenta y diez, seguía siendo un gajo qualquer. Por desgracia, yo ya tenía que bajar.

Fica bem...como é o teu nome?
Tanya
Fica bem, Tanya.
Fique bem o senhor tambem

1 comentário:

  1. Todo bien, desde el extraradio de la coruneno va bien, los niños son buenos y no llevan navajas en el bolsillo. Eso es importante, muy contento.
    BICOS, da noticias

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a ver, princesa, dime...