Como te digo una cosa, te digo la otra

Mis ansias de conocer mundo me han llevado a pedir la Séneca a Madrid. Sí, a Madrid, no a la siempre moderna y viva Barcelona, no a la ciudad universitaria por antonomasia: Salamanca, ni siquiera a un lugar de esos de playa y sol como Castellón o Las Palmas o Málaga donde puestos a hacer el mandril, hacerlo bronceada, ¿verdad? No, yo he elegido Madrid, sede instituciones tan ilustres y dinámicas como la Moncloa, el Parlamento, la Real Academia de la Lengua, el CSIC (¿mande?)
He elegido Madrid, con sus 40 grados centígrados en verano y sus -10 en invierno, sus obras, su M30, sus delicuentes habituales y su Sabina.
He elegido Madrid y he empezado a usar tiempos compuestos indiscriminadamente, ¿te has dado cuenta? ya sueno rancia y centralista.
Pero no te confundas, voy a descubrir la frescura, la juventud, la alegría y hasta al Gaudí que habita en la tierra del oso y del madroño (que rima con amistad, ¿ves? son unos cachondos estos madrileños...)
Voy a desmentir ese bulo que circula por Vigo que dice que Madrid es feo, gris, decrépito y tú serás testigo de ello.
Todo esto contando con que los funcionarios se pongan manos a la obra y trabajen mucho en agosto y saquen la concesión de becas antes de octubre. (?)
¡Oh desdichada de mí, que tengo mi futuro en manos de esos adictos al cafelito de las 12!

Mis ansias de dejar de ver mundo y de bajar al infierno me ha llevado a pedir la Séneca a Madrid.

Era cuestión de tiempo que acabase poniendo a Sabina, a los Porretas, a Rosendo...