Septiembre

Carlos Bunga: Heterotopías

Septiembre es el mes de la transición por excelencia. En un mes en que el verano parece dar ya sus últimos coletazos (aunque nadie lo diría por la calina que impregna Vigo estos días) y las típicas lluvias otoñales no empapan todavía el asfalto de la ciudad, las tardes se hacen largas y aburridas, sobre todo si no viajas y no tienes los quehaceres típicos de un estudiante a principios de septiembre: exámenes.  

Por eso decidí ir a hoy a una exposición en el espacio anexo al MARCO de Vigo. Una vergüenza. Y eso que pintaba bien: fotógrafo portugués decide retratar la ciudad del (pito del) sireno. 

A la entrada un guardia de seguridad estaba de palique (ligaba) con la que se suponía era encargada de informar a los visitantes (a mí) de la exposición. Mantenía una animada charla sobre el uso del gallego en las escuelas. Obviaré los detalles de la conversación aunque cito textualmente:

"Lo que no me parece normal es de que a los niños se les enseñe la mitad en gallego y la mitad en español. Eso los confunde" (Y no, el de antes del que no es fruto de mi afamada dislexia)

Por supuesto, la chica del museo ni me ofreció uno de los folletos informativos que tenía en una mesa detrás de ella; se limitó a hacerse a un lado para dejarme pasar y a responder a mi pregunta:

"Podo pasar?"

"Sí, claro"

La sala (diminuta, por cierto) desprendía un olor a humedad casi nauseabundo. La iluminación era pobre e irregular. Las fotografías estaban enmarcadas de calquera maneira.

¡Qué sibarita!, dirás tú. Puede ser, aunque la poca afición que tiene el vigués por el museo puede estar justificada en cierta medida y ellos no lo son.

La exposición era interesante (no es que yo tenga ni pajolera idea de fotografía); las fotos eran bonitas y originales y las reproducciones del Faro de Vigo antiguas, curiosas.

Lo dicho, que septiembre es un mes de transición y no he hablando nada de la transición. 

Raro, raro, raro, que diría Papuchi.