Entrada patrocinada por el determinante posesivo de primera persona, mi/mis.

Se me antoja* otra noche larga. Llegó, como siempre acaba llegando (igual que los ocho días de oro de El Corte Inglés) mi alergia primaveral. Es el momento de que mis convecinos se familiaricen con mi tos crónica y carraspeos varios. Lloro sólo del ojo derecho, por lo que debo ser de llanto pepero. De tanto sorber los mocos (hablando en plata y no cómo el anillo que me puse el otro día, que todavía tengo el dedo verde moho**) la sinusitis y su fiel amigo dolor.de.sienes me acompañarán hasta que los primeros rayos de sol se cuelen por alguna ventana y mi despertador suene para recordarme que mis horas de noche maldormidas*** han llegando a su fin.
Para más inri, mi compañero de piso, ese que mide dos metros y pesa ciento cincuenta quilos, tiene un amiguito de su mismo tamaño en casa. Eso quiere decir que cada vez que se le antoje**** un vaso de agua todo el piso se estremecerá y con él el suelo de mi habitación, las patas de mi cama y, una vez más, mis sienes.
A falta de literatura ligera (acabé con Bukowski) o película liviana para evadir mi mente de la densidad que los veinitidós grados centrígrados le proporcionan al aire en Portugal, me había resignado a una noche tortuosa observando el hilo de luz que se escapa por la rendija de debajo de mi puerta. Pero...TADAM. Stewie Griffin ha venido a rescatarme en forma de tarrina de cedés con las dos últimas temporadas de Family Guy, serie de la que, infelizmente, estoy desactualizada tras mis últimas adicciones a How I met your mother y, en menor medida, a Scrubs.


*Entiéndase la segunda acepción del vocablo.
** Claro ejemplo de viaje por los cerros de Úbeda.
*** Véase el paralelismo con malfolladas.
**** Entiéndase la primera acepción del vocablo.




Y depués de esto, creo que me estoy volviendo tan friqui que empezaré a memorizarme los miembros de la Real Academia de la Lengua Española con su letra correspondiente o, en su defecto, me tomaré un Espidifén.