Molinos

Gigantes en Castilla

terça-feira, 14 de abril de 2009

Apatismo severo



Quizá sea por la lluvia poallenta que empapa estos días Galicia, la niebla fea (gris) que se cierne sobre Vigo o el frío que cala bien hondo entre los muros de mi casa, pero he empezado a entender las canciones de Rosana.
Y el invierno ha dejado un borrón.
Tengo todos los músculos del cuerpo doloridos, pero no es un dolor realmente punzante, más bien un agarrotamiento general, de esos que no cura la aspirina. De dormir mal, de que sea necesaria la calefacción, pero que nunca esté encendida. Me empiezo a sentir como una especie de parásito chupasangre, sin hacer realmente nada de provecho, pero siempre ocupada en alguna trivialidad.
Soy un cuadro de Goya, una melodía de Beethoven, una leyenda de Bécquer o una película de Polanski: oscura y aterradora y retorcida y romántica y morbosa y melancólica.
La cueva de la mora. Leyendas. Becquer
De los muros no quedan más que algunos ruinosos vestigios; las piedras de la atalaya han caído unas sobre otras al foso y lo han cegado por completo; en el patio de armas crecen zarzales y matas de jaramago; por todas partes adonde se vuelven los ojos no se ven más que arcos rotos, sillares oscuros y carcomidos: aquí un lienzo de barbacana, entre cuyas hendiduras nace la hiedra; allí un torreón, que aún se tiene en pie como por milagro; más allá los postes de argamasa, con las anillas de hierro que sostenían el puente colgante.


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