Metrópolis. Madrid 2012 Aquel día fue a trabajar con un dolor de cabeza casi insoportable. Al inclinarse para encender el ordenador, se imaginaba la sangre presionando las venas de su cabeza, bombeando con la virulencia de un bombardeo.Le quedaban siete días de dolores de cabeza casi constantes y de preocupaciones nimias hipertrofiadas por una conciencia exageradamente aprensiva que hacía que cualquier contratiempo se convirtiese en poco menos que la antesala de una tormenta apocalíptica.
Así nos sentimos a veces, cuando vemos nuestra vida como una espiral de dramatismo constante. Aquel día fue a trabajar. Y al otro. Y al otro. Y al séptimo día descansó. Y acabó echando de menos el lugar que tantos quebraderos de mollera le había provocado, que tantas veces había maldecido.
ya, pero allí no hay playa
ResponderEliminar