En la intimidad de mi blog

Y lo que está de moda ahora hablar del final de los blogs. Desde que hasta el más tonto tiene Twitter, cualquiera puede ser ingenioso y ser susceptible de ser encumbrado a…

Bah, en realidad podría escribir una entrada poniendo pedo doscientas veces, no sé ni para qué me molesto en buscar si encumbrar es con hache o sin ella.

Este sitio será a partir de ahora mi lugar secreto y discreto para echar mierda de todo, total, nadie se va a dar cuenta y yo puedo seguir con mi ilusión de que soy una escritora de éxito pasando por una fase de bloqueo creativo por culpa de las juergas de whisky y peyote que se corre todas las noches. No es que me haya vuelto más vaga que la chaqueta de un guardia, no. Es que mi vida ahora inmersa en naderías rutinarias no es fuente de inspiración suficiente para relatos de calidad suprema a los que tenía acostumbrados a mis lectores (mis tres amigas y mi padre).

Sin embargo, como ahora no me tengo que esforzar en buscar historias trepidantes, puedo escribir lo que se me pase por la cabeza. Cualquier chorrada. Como que llevo más de quince minutos buscando en el DRAE palabras como gilipollez, tontería, imbecilidad para ver si están actualizados en lo que a voces malsonantes se refiere.

Además, ahora que vuelvo a coger transporte público madrileño para venir a trabajar, tendré muchos más personajes pintorescos y divertidos de los que hablar. No, no es verdad, en Madrid en agosto no se quedan ni los locos.