El ordenador

Que un buen día intentes encender el ordenador y se haya unido al luto por la muerte de Steve Jobs y haya decidido suicidarse también es, cuanto menos, irónico. Más todavía si tienes en cuenta que mi ordenador es blanco. 

Después de la desesperación inicial, los llantos, lamentos e insultos al frío e inerte plástico inmaculado del cacharro, lo llevé a arreglar. 

Chico de la tienda: ¿Qué le pasa?
Yo: Que no enciende. Le doy al botón de encender...y no enciende.
Chico de la tienda: A ver, espera que lo enchufo aquí... a ver... [el chico pulsa el botón de encendido prolongadamente y acerca el oído al teclado] no, no enciende.
Yo: Años de teleco bien aprovechados, sí señor...Chico de la tienda: Es que aquí no hacemos soporte técnico (no lo podía avisar antes, no...), tienes que ir a nuestra tienda de la calle Orense, que allí te lo miran.
Yo: Venga, muchas gracias. 

Lo que prometía ser una desgracia y sangría económica en el arreglo de un ordenador se acabó convirtiendo en un redescubrimiento de una antigua carraca y una muy posible sangría económica (el mes que viene, por supuesto). 

He recuperado un ordenador que, al encender, marcaba la fecha de 10 de enero de 2006. La última vez que lo usé fue mucho después de eso, pero aún así, fue hace más de un año. 

Es curioso recuperar un ordenador (y todos sus archivos) años después. Es como si una persona muy desordenada guarda las cosas no sabe dónde y tiempo después descubre que tenía una bufanda de la que no sabía. En realidad, es como comprarlo de estreno. 

En el día en el que me quito del ya abandonadísimo Facebook para experimentar esto que llaman vida 3D, vuelvo a ver trabajos, fotos y vídeos de hace un año. 

Lo dicho, renaciendo desde 1987, al menos dos veces al año.

(Ahora vivo esperando la llamada de mi padre que, tras leer esta entrada, me llamará lleno de consternación para preguntarme por mi ahora viejo ordenador)