Control de la ira o la bondad del odio.

El club de la lucha, donde la endorfina se libera a hostia limpia.

Después de todo un día de seminario sobre resolución de conflictos y control de la ira, la conclusión es clara: no te líes a porrazos contra la CPU cuando se te queda la pantalla paralizada por tener abierto el Messenger, el Word, la web de Orgasmatrix (cosas que tiene vivir con dos hombres) y el Emule. En lugar de tomarla con la pobre máquina, cómprate una gomita elástica en tu Carlin más cercano y date un pequeño latigazo cada vez que notes la escalada de la ira, es decir: puños apretados, tensión muscular, aumento del ritmo cardíaco, ceño fruncido, boca apretada, pensamientos calientes (nada que ver con Orgasmatrix, por cierto) o sudoración excesiva son señales que debes saber leer para no acabar tirándole el molinillo de café a quien (o a lo que) provoca tu ira. Por lo visto, es mucho más "sano" salir a andar y liberar endorfinas (las endorfinas también se liberan al comer un buen chocolate o al tener un orgasmo placentero, y sí, estoy utilizando demasiadas veces "orgasmo" en esta entada).

No obstante, la ira es necesaria y justificada en ocasiones. Por eso sales a correr cada vez que notas los síntomas de antes; por eso hago puzzles, yoga, ordeno la habitación, escribo textos incendiarios contra mi compañero de piso cada vez que se me hincha la vena del cuello. No creo que sea del todo negativo permitir que las emociones dominen en cierta medida nuestra conducta, porque de ese período de semi-enagenación pueden salir verdaderas obras de arte.  La endorfina es un péptido opioide, eso explica la que Iggy Pop diga que hoy en día sólo hace buena música el que está algo colocado.

Odia, hermano, odiar es bueno y el auto-control en exceso puede dejarte las muñecas seriamente doloridas.

Pero de buen rollo.